Título incluido: Lo que hice por amor de Susan Elizabeth Phillips.
El viento soplaba decidido,
haciendo temblar el pequeño ramo que se erigía sobre la fría lápida. Ese era el
mismo viento que había azotado el país dos años atrás, y que ocasionó tantas
muertes. Este fue el viento que mató a mi hijo.
Mi nombre es Megan, aunque todos
me llamaban Meg. Eso era antes del accidente,
ahora me llamaban “esa pobre mujer”, o, en los casos más crueles, “la
solitaria”.
Después de morir Tom, mi marido
me abandonó. Decía que yo era culpable, que si no fuera por mí, nuestro hijo
seguiría con vida.
Él se encontraba fuera de la
ciudad por trabajo, y yo, cansada de pasarme los días encerrada en casa, busqué
trabajo.
Me lo dieron en el hotel de la
ciudad vecina, como recepcionista. Nosotros vivíamos en un pequeño pueblo de
Carolina del Norte, en una casa con porche y jardín. Nunca había conocido las
comodidades de esos sitios con muebles modernos, techos altos y pequeños
balcones. En el hotel era todo grande y nuevo. Y me salvó la vida el día que el
tornado azotó nuestra región. Nos refugiamos en el sótano preparado
especialmente para ese tipo de catástrofes, oyendo por la radio los destrozos y
el avance de ese viento infernal.
Cuando pude volver a mi casa,
había un agente de policía en la puerta, o donde antes había una. Todo estaba
destrozado, roto o a punto de caer. Tan
solo me miró y me dijo “Lo lamento”.
Tras las dos palabras que nunca
olvidaré caí al suelo, desecha en un llanto irrefrenable.
Mi niño, un pobre infante de 6
años había salido del refugio improvisado para esperarme. Con el alboroto
general nadie se dio cuenta hasta que ya fue demasiado tarde. En la funeraria,
junto a él parecían dormir una pareja de ancianos, que murieron plácidamente
cogidos de la mano.
Se suponía que debía ser un día
tranquilo. Yo en el hotel y él en el colegio. Nadie debería haber salido mal
parado.
Ese tornado me lo quitó todo. El
hogar, el marido, que había sido mi primer y único amor, y a mi pequeño hijito.
En menos de 24 horas lo había perdido todo, pasé de tener todo lo que podía
hacerme feliz a no tener nada.
Durante los siguientes tres años estuve
convirtiendo mis lágrimas en sudor, reconstruyendo la casa donde tiempo atrás
fuimos felices. Replantando, planta por planta nuestro jardín, que había
perdido el color de los veranos más cálidos.
Cada año me acercaba por su
cumpleaños al cementerio, y celebraba con mi pequeño una fiesta como las que le
gustaban, con globos, confeti y muchas chucherías.
Todo eso es lo que hice por amor. Por el amor hacia mi hijo. Por amor a mi
todo. Dejo de nuevo el ramo en lo alto de la piedra, añadiendo una nueva flor y
lanzándole un beso.
Una apuesta por el relato emocional, dramático en toda regla.
ResponderEliminarEs muy triste y conmovedor, cómo puede transformarle la vida a alguien en tan poco tiempo.
ResponderEliminarUna historia triste de las que podemos leer en los libros pero a veces puede ser real y cambiar toda una vida.
ResponderEliminarVictoria
Un relato muy emotivo. Me gusta mucho.
ResponderEliminarEdu
Un relato intenso emocionalmente, triste y conmovedor, pero sobretodo muy bonito. Consigue transmitir al lector los sentimientos tan profundos que tiene la protagonista.
ResponderEliminarRelato de cortr clásico, una historia dramática tradicional. En definitiva, una apuesta segura pero efectiva que consigue hacer reflexionar a los lectores sobre lo importante del momnto y cómo un hecho puede trastocar la vida de no solo una persona sino, de todas aquellas que se encuentran a su alrededo.
ResponderEliminar-Oli9-