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miércoles, 13 de agosto de 2014

Fragmentos de "La elegancia del erizo"de Muriel Barbery



Holaa!
Hoy recupero esta sección después de mucho tiempo de tenerla abandonada. En esta ocasión vamos a leer la prosa de la francesa Muriel Barbery, ¡espero que os guste!


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El primer fragmento habla de una corriente filosófica: la fenomenología. Sin embargo, no lo considero un buen fragmento por aquello de lo que habla, sino por cómo se explica lo que se explica. Creo que hablar de algo tan complejo con un tono informal e incluso irónico nos permite conocer perfectamente el carácter de Renée, la protagonista desde cuyo punto de vista está contado este capítulo. Me parece genial que alguien hable de filosofía de un modo claro y a la vez divertido:

En el capítulo 6 de Camelias: Sotanas de tela basta

Tal es la fenomenología: la "ciencia de lo que aparece a la conciencia". ¿Cómo es un día normal en un fenomenólogo? Se levanta, tiene conciencia de enjabonar bajo la ducha un cuerpo cuya existencia carece de fundamento, de tomarse unas tostadas reducidas a la nada, de vestir una ropa que es cómo unos paréntesis vacíos, de ir al trabajo y de asir un gato. 

Poco le importa que el gato exista o no y lo que el gato sea en su esencia misma. Lo que no se puede decir no le interesa. En cambio, es innegable que a su conciencia se le aparece un gato y es ese aparecer el que preocupa a nuestro hombre. 

Un aparecer por lo demás bastante complejo. Es desde luego notable que se pueda detallar hasta ese punto el funcionamiento de la aprehensión por parte de la conciencia de algo cuya existencia en sí es indiferente. ¿Saben ustedes que nuestra conciencia no aprehende nada de una sentada, sino que efectúa complicadas series de síntesis que, mediante perfilados sucesivos, consiguen que nuestros sentidos perciban objetos diversos como, por ejemplo, un gato, una escoba o un matamoscas? (No me negarán que no resulta útil este mecanismo.) Realicen el ejercicio de mirar a su gato y de preguntarse cómo es que saben ustedes qué aspecto tiene por delante, por detrás, por arriba y por abajo cuando en ese momento sólo lo están viendo de frente. Ha sido necesario que su conciencia, sintetizando sin que ustedes se dieran cuenta siquiera las múltiples percepciones de su gato desde todos los ángulos posibles, termine creando esa imagen completa del gato que su visión actual no les proporciona jamás. Lo mismo ocurre con el matamoscas, que no perciben nunca ustedes más que por un lado, si bien pueden visualizarlo entero en sus mentes y. milagro, saben sin tener siquiera que darle la vuelta qué aspecto tiene por el otro lado. 

Estaremos de acuerdo en que ese saber resulta muy útil. Resulta difícil imaginar a Manuela utilizando un matamoscas sin echar mano inmediatamente del saber que tiene de los distintos perfilados necesarios para su aprehensión. Por otra parte, resulta difícil imaginar a Manuela utilizando un matamoscas por la sencilla razón de que en las casas de los ricos no hay moscas. Ni moscas, ni viruela, ni malos olores, ni secretos de familia. En casa de los ricos todo es limpio, sin aristas, sano y por consiguiente preservado de la tiranía de los matamoscas y del oprobio público. 

He aquí pues lo que es la fenomenología  un monólogo solitario y sin fin de la conciencia consigo misma, un autismo puro y duro que ningún gato real y verdadero importuna jamás.

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Vamos ahora a por un fragmento triste. O melancólico. Incluso romántico. Una muerte triste peo digna, un último gesto de amor y compenetración que a mi al menos me pareció muy bonito y emocionante:

En el capítulo 9 de CameliasOctubre rojo

Pienso que murió inmediatamente después. Su cuerpo resistió tres semanas más todavía, pero su espíritu se extinguió al final del pase, porque sabía que era mejor así, porque me había dicho adiós en la sala oscura, sin anhelos desgarradores en exceso, porque había hallado la paz así, seguro de lo que nos habíamos dicho sin necesidad de palabras, mientras mirábamos juntos la pantalla iluminada en la que se narraba una historia. 

Yo lo acepté.
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A continuación una reflexión clásica pero que tendemos a olvidar:

En el capítulo 11 de CameliasDesolación de las revueltas mongoles.

¿Dónde se encuentra la belleza? En las grandes cosas que, cómo las demás, están condenadas a morir, o bien en las pequeñas que, sin pretensiones, saben engastar en el instante una gema de infinitud?
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A todos nos da miedo la muerte, el fin de las cosas. Y es por eso que buscamos aquello que no acaba nunca, la eternidad:

En el capítulo 13 de CameliasEternidad

"La verdadera novedad es lo que no envejece, pese al tiempo."

La camelia sobre el musgo del templo, la violeta de los montes de Kyoto, una taza de porcelana azul, esta eclosión de la belleza en el corazón mismo de las pasiones efímeras, ¿no es acaso a lo que todos aspiramos? ¿Y lo que nosotros, civilizaciones occidentales, no sabemos alcanzar?

La contemplación de la eternidad en el movimiento mismo de la vida.
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Una gran verdad de la que todos somos partícipes. Sencillamente una frase magnífica:

En el capítulo 15 de CameliasDeber de los ricos

La facilidad que tenemos de manipularnos a nosotros mismos para que no se tambaleen lo más mínimo los cimientos de nuestras creencias es un fenómeno fascinante.
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Para acabar, un fragmento realista que debería acompañarnos a todos cada día, a cada momento. Una invitación al carpe diem,¡No malgastemos el tiempo! 

En el capítulo Idea profunda nº 8

Sobre todo no hay que olvidarlo. No hay que olvidar a los viejos de cuerpo podrido, los viejos a dos pasos de una muerte en la que los jóvenes no quieren pensar (confían a la residencia de ancianos la tarea de llevar a sus padres a la muerte sin alboroto ni preocupaciones), la inexistente alegría de esas últimas horas que tendrían que disfrutar a fondo pero las pasan en el tedio y la amargura, rumiando los mismos recuerdos una y otra vez. No hay que olvidar que el cuerpo se degrada, que los amigos se mueren, que todos te olvidan, que el final es soledad. No hay que olvidar tampoco que esos viejos fueron jóvenes, que el tiempo de una vida es irrisorio, que un día tienes veinte años, y al siguiente ya son ochenta. Colombe cree que uno "puede darse prisa en olvidar" porque para ella la perspectiva de la vejez está aún tan lejos que es como si nunca fuera a ocurrirle. Yo en cambio hace tiempo que aprendí que la vida se pasa volando, mirando a los adultos de mi alrededor, tan apresurados siempre, tan agobiados porque se les va a cumplir el plazo, tan ávidos del ahora para no pensar en el mañana... Pero si se teme al mañana es porque no se sabe construir el presente, y cuando no se sabe construir el presente, uno se dice a sí mismo que podrá hacerlo mañana y entonces ya está perdido porque el mañana siempre termina por convertirse en hoy, ¿lo entendéis?

De modo que sobretodo no hay que olvidarlo. Hay que vivir con la certeza de que envejeceremos y que no será algo bonito, ni bueno, ni alegre. Y decirse que lo que importa es el ahora: construir, ahora, algo, a toda costa, con todas nuestras fuerzas. Tener siempre en mente la residencia de ancianos para superarse cada día, para hacer que cada día sea imperecedero. Escalar paso a paso cada uno su propio Everest y hacerlo de manera que cada paso sea una pizca de eternidad.

Para esto sirve el futuro: para construir el presente con verdaderos proyectos de seres vivos.
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Y hasta aquí mis fragmentos de hoy, que espero que os  hayan gustado y os hayan hecho pensar mucho.

como siempre, ¡espero vuestros comentarios!

Un beso a todos!

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Escribir no es más 
que jugar con las palabras.

1 comentario :

  1. ¡Hola!
    Acabo de descubrir tu blog y me quedo por aquí, me encanta *-*
    Este libro he oído que es bueno, pero no me animo. Quizás nunca he leído una sinopsis en condiciones de él, pero no me termina de llamar... aunque tiene unas citas y una portada que son amor a primera vista jejej (o a primera lectura xD)

    Besos <3

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