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sábado, 7 de mayo de 2011

El secreto de las estrellas


Holaa!

Hoy traigo esta historia hecha por mí que he presentado en el certamen literario de Sant Jordi de mi instituto, además de formar parte del proyecto "Colección de relatos JR II" del foro JR.

El relato está inspirado en varias cosas, desde el mito alado de Platón, hasta algunos momentos de mi vida propia pasando por la canción "Forgiven" de Within Temptation que era el tema del proyecto JR. Aquí os dejo la canción, para que tengais presente la banda sonora de la historia :)
Y bueno sin más preámbulo aquí está el texto (un poquito largo, lo reconozco) ¡espero que os guste! :D
El secreto de las estrellas
Hace tiempo que dejé de creer en tus historias. Hace tiempo que dejé la magia a un lado...
Ha aparecido de la nada. Una luz cegadora, y de repente la he oído. La carroza. La mágica carroza alada, tirada por bellos caballos… ¿Cuantas veces me habías hablado de ella? Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero ahora la veo y comprendo que no te lo inventabas, que no era un cuento, que la carroza de tus historias ha llegado.
Recuerdo cuando tenía miedo y te llamaba para que acudieras en mi ayuda. ¿Cuántas noches te despertaron mis gritos?  A veces tan solo me abrazabas con uno de esas muestras de cariño que solo tú podías darme. Y era tan poderosa la magia de tu calor que era capaz de vencer todos los monstruos de mis pesadillas, todos mis miedos. Luego, cuando me quedaba más tranquila, me susurrabas que cerrara los ojos y me prometías que estarías allí, velando por mí. Y cumplías tu promesa. ¿Cuantas horas de sueño pasaste a mi lado viendo mis ojos cerrados y mi respiración relajada?
Otras veces me contabas cuentos, historias con las que me llevabas a lugares mágicos y bellos. Lugares en donde el bien siempre triunfaba, en donde el amor y el cariño eran lo único importante. Me enseñabas a ser mejor persona, a soñar. Contigo creía en los príncipes, en las hadas y en la magia. Y no, entre esos parajes no había espacio para la tristeza. Me ayudabas a tranquilizarme con el sonido de tu voz, y cuando me cogías de la mano sentía que ya nada malo podía sucederme.
Y entre esas historias, me hablaste de las carrozas. Esos hermosos carruajes que aparecían de entre las nubes llegado el momento. Las carrozas eran conducidas por los más bellos ángeles y eran tiradas por majestuosos caballos, los cuales volaban encima de un arco iris que inundaba el cielo con sus colores. Las carrozas se desplazaban mostrando todo su esplendor, para después aterrizar elegantemente, como si se tratara de frágiles plumas bailando la armónica danza de un viento suave. Existían muchísimos carruajes, y cada uno aparecía sólo cuando a la persona destinada a éste le había llegado la hora de marcharse de este mundo. En ese momento, la preciosa carroza venía a buscar a su destinatario y éste solo podía montarse en ella. La carroza entonces alzaba el vuelo y la persona se quedaba allí eternamente, viajando a través del cielo. Me contabas que las estrellas son en realidad carrozas de gente que en la tierra habían sido muy bondadosos, y que pasaban el resto de la eternidad reviviendo la felicidad, recordando solo los buenos momentos y volviendo a ver una y otra vez a sus seres queridos. No obstante, la gente que había hecho daño a los demás vivía recordando el dolor causado, preso de los remordimientos. Y al no poder escapar de ese destino una vez la carroza aparecía, ese se convertía en el peor castigo, en la mejor manera de que se hiciera justicia. Esa gente no tiene alegría y por tanto sus carruajes no brillan, son solo puntos negros que nadie ve ni recuerda.
Esa era mi historia preferida, y por eso te pedía que me la contaras una y otra vez, noche tras noche. Y tú lo hacías, llena de paciencia y de amor, tan solo por verme sonreír y, a los pocos minutos, dormirme tranquila.
Luego crecí y creí encontrarme con la realidad: Los problemas y las injusticias de la vida. Poco a poco tus momentos a mi lado fueron disminuyendo y dejaste de ser importante para mí. Tú intentabas seguir conmigo, pero yo no hacía más que apartarte creyéndome que no te necesitaba, que era demasiado infantil seguir oyendo tus historias. Y me olvidé de tus cuentos y del poder de tu voz. Me convertí en alguien mediocre que nada tenía, me aparté de las cosas realmente importantes. Creí perder la inocencia, pero en realidad me olvidé de creer y de soñar. Y te dejé en el camino. Pese a todo, tú siempre estuviste allí dispuesta a cualquier cosa que te pidiera.
Tú también creciste, y con el tiempo necesitaste más atenciones. Empezaste a perder movilidad. Cada vez salías menos. Te abandonaban las fuerzas. Mamá me decía que estuviera más atenta a ti, que te tratase mejor.  Podría haber pasado tardes contigo haciéndote compañía. Podría haberme quedado algunas noches cogiéndote de la mano, como tantas veces habías hecho tú en mi infancia. Podría haberte pedido más historias, aunque solo fuera por hacerte feliz. Pero solo pensaba en vivir mi vida, en buscar una felicidad que creía que solo encontraría con independencia.
Llegó el día en que dejaste de salir a la calle. Te pasabas el día ahí sentada delante de la televisión medio dormida, con cara de infelicidad. Cuando me veías llegar del instituto parecía que había un brillo en tus ojos, una esperanza de que fuera a hablar contigo y de que te pidiera que me contases uno de esas historias que un día habían sido indispensables para mí. Pero yo, en lugar de eso, te saludaba secamente y me metía en mi habitación, a hablar con mis amigas por el ordenador o a leer una revista. Ya no me interesaban tus historias, las cuales aseguraba que eran tonterías que no me ayudarían a convencer a mamá de comprarme un vestido nuevo o a hacer que el chico guapo de mi clase se fijara en mí.
No podíamos irnos de vacaciones, ni siquiera ir a comer a un restaurante, solo porque no podías salir y porque no podíamos dejarte sola. El día que le sugerí a mamá que te llevásemos a una residencia, ella se enfadó muchísimo. Me dijo que como podía ser tan egoísta. Yo le contesté con un grito, pues en el momento me sentí irritada. Pensaba que lo hacías para complicarnos las cosas, para llamar la atención. Papá también se enfadó, y me preguntó si eso era lo que tenía pensado hacer cuando fueran ellos los que estuvieran en tu situación.
Si me hubiera fijado algo, me hubiera dado cuenta de que tú eras la que peor lo estaba pasando, pues eras plenamente consciente de que eras una gran carga para todos. Pero  sólo pensé en mí y dejé pasar el tiempo con malas caras cada vez que tenía que hacer algo para ayudarte. Ni siquiera cuando te pusieron pañales porque ya no podías salir de la cama hice nada por ir a tu cuarto a verte. Quizá si hubiera ido hubiera evitado las lágrimas que corrían por tu mejilla noche tras noche, cuando nadie te veía.
Y un día llegó lo inevitable. Llegué del colegio y mi madre me abrazó y me dijo que habías muerto. Y no lo pude evitar, me alegré. Intenté pensar que me alegraba porque ya dejabas de sufrir, pero en el fondo lo único que pensaba era “¡se acabó el fastidio de estar cuidándote todo el día!”. Aun así, tuve la suficiente “inteligencia” como para no pronunciar en voz alta mis pensamientos.
No lloré en tu funeral. Es más, me incomodó bastante el tener que ir. Tener que aguantar a mis tíos y familiares dándome besos y recordándome cuanto había crecido. Había gente que ni siquiera conocía. A penas presté atención a las palabras de apoyo ni a los sollozos de mamá, solo quería irme de allí. Tanto era mi odio en aquel momento que cuando aquella noche vi en el cielo la estrella más grande y brillante que había visto nunca, cerré la persiana.
Después de eso seguí mi vida, encerrando en lo más profundo de mi ser los momentos que había pasado contigo. Olvidándote. Me saqué la carrera, conseguí un trabajo, me independicé y formé una familia… Viví buenos y malos momentos. Y evité mirar el cielo por las noches, pues no quería saber que la gran estrella brillante seguía ahí.
Cuando papá y mamá se hicieron grandes, los traje a una residencia sin pensarlo dos veces. Me excusé a mí misma diciéndome que no tenía tiempo entre el trabajo, la casa, los niños... Pero la cruda realidad era que no quería pasarme la vida cuidando de ellos. Mis hijos prácticamente no conocieron a sus abuelos, y eso fue mi culpa, pues no les traje prácticamente nunca a verlos. No les enseñé el valor de la familia, puesto que eso era algo que ni yo misma conocía. Papá murió habiendo visto tres veces a mi hijo de cinco años.  Y la siguiente vez que vi a mamá fue dos años más tarde, en su funeral. Esa noche, no pude evitar mirar el cielo y, al ver tres estrellas brillando con intensidad, me sentí mal durante un instante. Después de eso me apresuré a cerrar los ojos e hice lo posible para olvidar.
Han pasado los años y ahora estoy aquí, tumbada en la cama en esta habitación oscura y tétrica. Mi marido murió hace tres años. Hoy hace cinco meses y tres días que no veo a mi hijo pequeño. La última vez estuvo aquí una media hora para contarme que se había casado. Su mujer parecía buena chica, de hecho se notaba que era ella la que le había insistido para que viniera a verme… Mi hijo mayor me llamó hace más de un año para contarme que ya había nacido su hijo, mi nieto. Y aún no lo conozco.
Aunque ya es negra noche no puedo dormir, puesto que me paso las mañanas durmiendo. Ahora entiendo que hay poca cosa que hacer cuando ni siquiera te puedes levantar de la cama. Mis únicas compañeras son la soledad y alguna enfermera que viene de tanto en tanto a lavarme y darme de comer. Ya no me queda ni dignidad, ni sueños, ni esperanza. Lo único que me queda ahora es mirar por la minúscula ventana de mi cuarto. Y es que ya no puedo evitar ver las estrellas y recordar. Y pido perdón. Me gustaría oír tu voz diciendo que me perdonas. Que ya todo está olvidado, pero sé que eso no va a pasar nunca.
De repente, el cielo se aclara. Y un gran arco iris lo cubre todo de color. Al principio cierro los ojos. Pero cuando oigo un relinche de caballos, comprendo que ya es la hora de irme, como se fueron papá y mamá. Como te fuiste tú.
La diferencia es que esta noche no aparecerá una nueva estrella brillante.

5 comentarios :

  1. OOH! Alba, molt bonic! Molta sort en el concurs literari! :)

    petons!

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  2. ¡Me encantaa!
    ya te lo dije cuando me lo pasaste y es genial. Te hace pensar y reflexionar sobre la gente que tenemos a nuestro alrededor, sobre la importancia que las personas que nos rodean y también sobre como nos comportamos con ellos.
    Espero que hayas tenido mucha suerte en st Jordi, seguro que si, porque está genial!
    Tequiero :)

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  3. Merci a les dues!!
    He guanyat el primer premi, però ha estat perque no s'hi havia presentat ningu més en la meva categoria (batxillerat) T.T

    En fi, intentar-ho és que conta i el premi no me'l treu ningú! :)

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  4. me encanta casi se me salieron las lagrimas y todo me encanta como escribes normal que ganaras el concurso

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  5. @claudia: jajaj en realidad gané porque era la única participante xd (reir pa' no llorar ) pero bueno, poquito a poco. Me alegro que te haya gustado ^^ Un beso! :)

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